21 sept 2009

Sinfonías Berlinesas. Ruttman y Schadt

Berlín: Sinfonía de una gran ciudad.                           
Dir. Walter Ruttman 
1928. 
01:01:52

En esta ocasión Ruttman nos muestra de Berlin el comportamiento de una metrópoli desde que amanece hasta el anochecer en cinco actos, manifestándose el ritmo vertiginoso de las personas y de las maquinas, le encanta mostrarnos al tren y demás máquinas industriales en funcionamiento y sus mecanismos.
Si bien Ruttman muestra a Berlín en ritmo bastante acelerado, también es cierto que hay una cierta visión utópica o idealización de la sociedad, aun cuando nos muestra a vagabundos, a los obreros en comparación con la burguesía, parece una sociedad conforme en la que cada cual ocupa su lugar y cumple determinadas funciones sin que esto represente un problema en realidad, en donde parece no haber énfasis en la desigualdad.
En este Berlín parece haber un orden natural, no hay caos como tal, hasta las riñas callejeras no parecen violentas. Gente y maquinas funcionan al ritmo que deben para mantener ese orden, al igual que todos los movimientos van en armonía con la melodía de la película, sin embargo se puede vislumbrar un cierto temor a darse cuenta de verdad de aquello o que pueda haber algo que rompa con ese equilibrio como el vértigo que siente uno de los tantos habitantes de la ciudad berlinesa en las tomas de la montaña rusa o el que puede experimentar el propio espectador cuando se ven dos trenes marchando a toda velocidad uno al lado del otro pero en direcciones opuestas y por un momento parece que va ha haber un roce fatal entre ambos.

Es gracias al cine y toda la experimentación que se realiza con este medio que es posible registrar el dinamismo que interesaba tanto a la comunidad artística de principios del siglo XX como evidencia de la modernidad y que se representó, se exaltó y se promovió a través de muchas manifestaciones y corrientes artísticas de ese tiempo, que pienso, se sintetizan en esta sinfonía, (síntesis de movimiento, geometría, maquinaria, velocidad), resultado de la forma de apreciar el lenguaje cinematográfico de Ruttman:
“La cinematografía forma parte de las artes plásticas, y sus leyes se aproximan sobre todo a las de la pintura y la danza, siendo sus medios de expresión formas, superficies, luz y sombra con todas sus connotaciones anímicas, pero por sobre todo el movimiento de estos fenómenos ópticos, la evolución temporal de una forma a partir de otra”.




Thomas Schadt, un documentalista y fotógrafo alemán realizó en 2002, un nuevo filme del Berlín de su tiempo llamado Sinfonía de Berlín, basado en la película de Ruttman, retomando el formato del cine mudo, rodada en blanco y negro y organizada por planos que concuerdan con una estructura sinfónica contemporánea, a través de lo cual narra un día en la vida de esta ciudad que contrasta con la visión de Ruttman.
Como no pude encontrar el video, sólo puedo presentar una selección de fragmentos de las pocas reseñas que encontré sobre ésta y el enlace a un videosobre making off, aunque esta en alemán.

Schadt inicia su película donde Ruttmann finalizó la suya: con fuegos artificiales que estallan en la noche berlinesa, celebrando el cambio de siglo. Quince años después de la caída del Muro, la historia vuelve a impulsar la ciudad. Gente de todo el mundo está formando una nueva metrópolis, reminiscente en muchos aspectos del Berlín de los años 20.

La cámara de Schadt inicia un recorrido por la vida privada de la pequeña gente de esta gran capital. Pero a diferencia de la agitada vida industrial retratada por Ruttmann en 1927, en un ejercicio experimental de montaje, el «remake» actual funda su historia en los rostros y gestos de la capital recuperada, una ciudadanía huérfana durante medio siglo, relajada y ocurrente. Noches alternativas, Love Parade, arte provocador y en evolución, la nueva moda en el carnaval de Kreuzberg, componen el sinfónico puzle de la gran ciudad ensamblado por Schadt, donde en su predecesora reinaban los oficios, talleres, construcciones, el ritmo del trabajo. La exagerada torre de la televisión proporciona un recorrido sobre los tejados de la capital imposible para el original.


 fuentes:

20 sept 2009

Guía exploratoria para la ciudad (verbos y sustantivos)

(no) percibir                  geografia
                      
perderse                        ocio

reconocer                      espacio                        escapar     

andar                             banqueta                                         

tirar                               tiempo

celebrar                         atajos

descubrir                       valores esteticos          evadir

trazar                             puente

navegar                          trafico

inventar                         relaciones

habitar                          rutina                          sobrevivir

observar                       señal

allanar                           calle

poblar                           basureros

Francis Alÿs. Flaneur casi nómada

Descrito en algún lugar como "caminante compulsivo, acostumbrado a pensar deambulando e imaginar andando"*, Francis Alÿs no sólo es un flaneur en el sentido tradicional del término, es un viajero porque no sólo pasea la ciudad, sino que recorre el mundo, en una especie de nomadismo.
Como un flaneur buscar el placer estético a través de la observación en sus caminatas errantes por alguna ciudad “en las cuales va descubriendo personajes y situaciones que llaman su atención”* en los diferentes lugares del mundo que visita, hasta en su propia ciudad puede viajar como si fuera un extraño, es extranjero pero al mismo tiempo es como si perteneciera a aquel lugar en el que se encuentra.

No obstante su obra se basa en el flaneurismo, su propio vagabundear aunado a las acciones que esto implica introducen algo estético en un momento. Al ser algo ajeno al ritmo de la vida de ese lugar, no cotidiano, lleva al flaneurismo de sólo buscar el placer estético en la ciudad a crearlo, es así que esto se puede traducir en su idea de que “La invención de un lenguaje va pareja a la invención de una ciudad”. Y asi se re-crea la ciudad Es algo que interviene, que rompe con el propio “paisaje urbano” aún cuando pueda realizar actos que pueden parecer sutiles aunque en realidad es notorio. El andar y la acción en sí son efímeras pues el instante pasa aunque quede un registro pero simultáneamente ambas pueden ser trascendentes.

Este errabundeo del artista, sin embargo, es válido para preguntar “hasta qué punto todo es fruto del azar o de la necesidad de valerse de accidentes prefabricados traducidos en fábulas para construir su propio mito”*, cuestiona Héctor Ánton Castillo en un artículo en relación a la postura de Alÿs sobre la ciudad: "La ciudad es un lugar propenso a todo tipo de encuentros fortuitos, es propicio al accidente.”** En ese sentido ubica a la Cd. de México como un paradigma de lo urbano, un territorio que se presta para experimentar y hacer uso de los accidentes y redondear su postura sobre la afirmación anterior: "La realidad socio-política en Méjico [sic] no te permite tomar demasiado en serio el papel de las artes. Lo cotidiano puede ser muy crudo. No hay espacio para la nostalgia; Méjico [sic] es puro presente. Andar por la calle implica participar en un constante reajuste de fuerzas, aceptar e integrarte en un código de conducta. Hay toda una serie de parámetros que están concentrados: el teatro social de la calle, una capacidad de resistencia a nuestro concepto europeo de modernismo y nuestro ideal de progreso..."**




**Entrevista a Francis Alÿs por David G. Torres. Barcelona, Julio 2000
*Dudando sobre el transformista Francis Alÿs. Conversión del mito Duchampiano en realidad urbano-social palpable. Héctor Antón Castillo

Manhatta. "Ciudad de mármol y acero"

Dir. Paul Strand, Charles Sheeler
1921
10 min.


"Y aquí está la estación del elevado, South Ferry -continuó Tim Halloran, que había venido a buscarles-. Allá arriba está Battery Park y Bowling Street y Wall Street, el distrito bancario... Vamos, Padraic, el tío Timothy te va a llevar en el elevado de la Novena Avenida." John Dos Passos. Manhattan Transfer, 1925


Manhattan, es 1921 y lo primero que resaltan los autores de este corto de 10 minutos es manifestar la apariencia de ciudad de acero y su condición cosmopolita, la llaman "ciudad orgullosa y apasionada", palabras de Walt Whitman, mismas que son parte de un fragmento de otros varios de este mismo autor que aparecen a lo largo del film.

Al principio se muestra una imagen de una ciudad grandiosa, moderna, con grandes edificios y un puente monumental, sin embargo en este auge que se muestra de una ciudad industrializada personalmente veo algo catastrófico, una mirada no optimista hacia lo que viene en el futuro, el caos citadino. Lo que en un momento parece energía y vitalidad se vuelve o volverá contaminación, sobrepoblación y con ello la uniformidad y el automatismo que podemos ver en la gran masa de gente que desembarca para dirigirse a sus trabajos, viviendo de prisa.

No por lo anterior se puede negar la belleza de una urbe en auge como Manhattan gracias a sus puentes y rascacielos, construcciones que han sido, desde su aparición objeto de diversas representaciones, por lo que posteo algunas imágenes de estos entes, entre ellas por supuesto una de Sheeler y otra estridentista para acompañar el título de este blog.

De esta manera la película hace una oda de estas modernas construcciones (sin olvidar la parte que le da forma a esa estética antes pensada por otros, los constructores), a través de las tomas aéreas así como también del uso del high angle para enfatizar su monumentalidad, aunque por momentos se vean opacadas por el humo, uno más de los síntomas de una creciente industrialización así como los ferrocarriles y los barcos navegando por sus aguas que dan una peculiaridad a esta ciudad. Belleza que también se puede apreciar en el contraste de una ciudad industriosa con el ocaso de un atardecer.


Georgia O'Keeffe, Manhattan, 1932, óleo sobre tela
Charles Sheeler, Rascacielos, 1922
Charles Demuth, Rue du Singe qui Peche, 1921
Ramón Alva de la Canal, Edificio estridentista,1921, grabado en madera

11 sept 2009

Flaneur, ambivalencia en el andar

En “El pintor de la vida moderna” Baudelaire define a esta especie como un observador apasionado para el cual “constituye un gozo inmenso elegir morada en el número, en lo ondulante, en el movimiento, en lo fugitivo, y lo infinito”.
En este personaje se evidencia la constante riña entre lo que se ha llegado a etiquetar como “clásico” y lo contemporáneo pues es un personaje que aprecia lo que le ofrece su tiempo aunque no por ello es un ignorante del pasado, aún cuando pueda despreciarlo quizá porque ya le parece aburrido. Este pensamiento se ve expresado una vez más en el anteriormente citado texto de Baudelaire: “el placer que obtenemos de la representación del presente se debe no sólo a la belleza de la que éste puede estar revestido, sino también a su calidad esencial de presente”. De esta manera podemos darnos cuenta de que el flaneur es consciente de la aceleración del ritmo de vida y que lo que se concibe como la modernidad es transitorio y contingente y se deleita en ello.

Es por ello que parece que éste hombre busca el punto medio entre lo eterno y lo circunstancial pues “sin este segundo elemento…que es como la envoltura divertida, centelleante,…el primer elemento sería indigestible, inapreciable…”, dice Baudelaire. Es decir, no niega el pasado ni lo rechaza del todo, es más se precia de conocerlo y de su cultés sobre aquello (no podría disfrutar criticarlo si no lo conociera a fondo) sin embargo quiere vivir el presente.

El flaneur se asume como hombre de mundo, rechaza ciertos aspectos del comportamiento burgués, curioseando y navegando por la vida proletaria como si la estudiara, como si la descubriera, pero sin tener la intención en ningún momento de fundirse en ella. Es dominado por la pasión de ver y de sentir con la conciencia de que la belleza tiene un carácter aristocrático, así como quien se deleita con el pensamiento abstracto. En este sentido se separa por una parte de la aristocracia pero también esta distanciado por obvias razones del común y mayoría de la gente que habita la ciudad siendo un ente paralelo a ambas partes, según dice Baudelaire, tiene la “virtud” de “estar fuera de casa y sin embargo sentirse en ella en todas partes; ver el mundo, estar en el centro del mundo y permanecer oculto al mundo…”

En la figura del flaneur Walter Benjamín ve un símbolo de la alienación de la ciudad y el consumo capitalista como otros símbolos de la modernidad. Es un personaje que aborrece la trivialidad que no por ello la banalidad (en ese sentido no estaría tan separado de la imagen del badau que nos ofrece el texto de Gregory Shaya: The Flaneur, The Badaud and the making of a mass public in France, circa 1860-1910, si se traduce la búsqueda de satisfacción estética en casi ocio, sin embargo el badau es mas impresionable, mas sentimentaloide, en cambio el flaneur es más frío en sus apreciaciones y reacciones), disfrutar de los placeres mundanos, incluyendo la moda en cuyo caso entraría dentro de la categoría del dandi en el que según Baudelaire “no tienen otro estado que el de cultivar la idea de lo bello en su persona, de satisfacer sus pasiones, de sentir y de pensar”.

A si pues en el flaneur vemos una figura de fin de siglo que expresa los cambios y las tensiones de los nuevos tiempos, una figura en la que se encarnan las posibilidades y las negaciones, así como una aspiración a ser una cosa sin dejar de ser otra, que al mismo tiempo se reflejan en la ciudad, es decir, esta categoría de hombre es espejo de lo que acontece en las nuevas ciudades y viceversa, siendo la prensa de ese tiempo muestra de cómo va desapareciendo esta categoría aristocrática para dar espacio a la cultura de masas en los pasos que va dando la democracia.